Page 25 - Memorial del ultimo Reino

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PALABRAS LIMINARES
L
a memoria no es sólo la restauración del olvido, sino el hondo ejer-
cicio de la razón para superar el absurdo del tiempo fugitivo, ese
desgranar lento o vertiginoso de las horas que va adquiriendo el
implacable rostro de la decrepitud. La remembranza quiere recomponer el
pasado, urdir sus esquivos hilos en el telar de la existencia. Sí, queremos
explicarnos el presente, saber cómo y cuándo se nos arrojó en el enigmá-
tico río, pasajeros involuntarios en inciertos caminos del devenir.
También quisiéramos conocer el más difícil de los enigmas: cuál será el
mar donde desembocaremos, qué destino aguarda a nuestras ansias, o si
acaso nos espera aquello que aterrorizaba a los antiguos celtas e incas: el
acabamiento, el caos, la nada...
Pero alguien creó para nosotros las palabras, entre ellas una que
parece aferrarnos de continuo a la vida: esperanza, definida como “un
estado de ánimo en el cual se nos presenta como posible lo que deseamos”;
o para los creyentes “virtud teologal por la que se espera que Dios dé los
bienes que ha prometido”. Entonces, vamos construyendo el diario afán a
la medida de nuestros sueños, impelidos por una suerte de entelequia
luminosa, para hacer del tiempo obra perdurable y trascendente; algo, en
suma, capaz de oponerse a la consunción y de negar la muerte como fata-
lidad ineluctable.
Con este ánimo, pienso e imagino, llegaron a las inmensas tierras
del Nuevo Mundo estos dos gallegos precursores del Reino de Chile:
Rodrigo de Quiroga y Camba
, y
Pedro Mariño de Lobera
, como otros
Memorias del último reino
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